Por: @williamdugarte
Se cumplen dos años de una de las tragedias aéreas más inverosímiles de la aviación. Una cadena de eventos producto de la corrupción, la incompetencia, ignorancia, falta de ética, tráfico de influencias y un sinfín de palabras técnicas de aviación con las que no pretendo distraer al lector, pero al mismo tiempo dejo al mismo la libertad de sumar todas aquellas que puedan conocer cuando de errores, violaciones a los procedimientos, reglamentos aéreos y factores humanos hablamos.
Dos años observando como el organismo encargado de la investigación aérea colombiana AeroCivil, realizó un trabajo impecable y admirable en tiempos, pero sobre todo en forma, manteniendo en todo momento informados a los interesados de cada una de las experticias y sus resultados, y a su vez en contra parte, dos años de ver como organismos de justicia dejaron dentro de cajas, archivos y pruebas obtenidas sobre las verdaderas causas de esta tragedia que cobró la vida de 71 personas.
Un procesado, un fugitivo y tres delincuentes responsables de esas muertes siguen en libertad sin siquiera ser señalados.
Y no es que me corresponda a mi señalarles ni juzgarles, para eso están los organismos de justicia tanto en Bolivia como en el mundo, que deben actuar más allá de las investigaciones que llevan adelante las denominadas Juntas de Investigación de Accidentes Aéreos, cuyo único propósito en dichas investigaciones es determinar las causas y factores que generaron el accidente para emitir recomendaciones de seguridad a nivel mundial sin determinar responsabilidades. He allí la gran falla en la mayoría de estas tragedias donde sólo se conocen titulares de prensa amarillistas y no el sufrimiento de todas las familias afectadas que terminan casi siempre por aceptar, que jamás se hará justicia para con sus seres queridos.
Dos años de una tragedia que representa más que un caso, un ejemplo para llamar una vez más a la concientización de aquellos que tenemos en nuestras manos una pequeña parte de la seguridad en la aviación.
Aprovecho para nuevamente invitar a las empresas a enfocarse en la seguridad al mismo nivel que velan por sus ingresos económicos, pues pienso que resulta más costoso tener un accidente que invertir en los niveles de seguridad que lo evitarán, especialmente cuando ya se han afinado las herramientas para proveer a los operadores aéreos de la capacitación en programas de Sistema de Seguridad Operacional (mejor conocido como SMS por sus siglas en inglés) que están al alcance de todos pero parecen escasos cuando de poner en práctica se trata.
Me pregunto si de todo esto sólo nos quedará la tragedia, los fallecidos y el dolor… Todavía se espera que salga a la luz pública la verdadera historia detrás de la Línea LaMia, y el cómo lograron sembrar día a día, a pulso, la muerte de 71 personas.
Más allá de eso, todavía esperamos aquella palabra que por ahora parece ser una fantasiosa quimera en los accidentes aéreos: JUSTICIA.
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