Tras haber vivido en primera persona la pérdida de un ser querido y transitar lo que es ser víctima de un accidente aéreo, conocí las presiones de abogados que solo querían una firma para cobrar honorarios, la desatención de las líneas aéreas, la falta de respuesta clara por parte de las autoridades y la incertidumbre en la correcta administración de justicia. Es por esta experiencia que sé que un accidente aéreo, a diferencia de otras tragedias, involucra una cantidad de particularidades totalmente desconocidas para todos, donde los intereses económicos y empresariales, en muchos casos, van contrarios a la verdad y la justicia que buscan las familias.
Mi voluntad es poder acompañar a las víctimas o a sus familias con el fin de brindarles toda la información necesaria sobre cómo, cuándo y qué se debe hacer en cada caso particular, para evitar que se pierdan en la desinformación y desorientación; promovida en ocasiones por quienes están involucrados desde el otro lado del accidente. Allí nace esta figura, y este es el trabajo.
Conocer los tiempos, los procesos, las condiciones, y las acciones es fundamental para lograr la justicia y la equidad en los momentos más difíciles de vacío, desasosiego y el caos que se sufren al enfrentar este tipo de tragedias. Porque solo quien lo ha vivido puede tener el conocimiento de lo que se siente y se espera. Hoy tras haber acompañado en ese transitar a más de 60 familias de los últimos casos más reconocidos en América Latina pongo toda esa experiencia y conocimiento en favor de los que no tienen voz y claman justicia.